Este es mi zapato de ceniciento, con él bailo la vida, en la calle, en el trabajo, en el campo, en casa y en la fiesta. Lo perdí el día que regresaba de mi encuentro con la ninfa de los cinco elementos. Ella ha hecho crecer un árbol para que me sirva de señal para mi retorno a mi estado más puro y natural y se convierta en una seña de identidad y de dirección hasta mi realización ideal.
Los zapatos nos dan seguridad y protegen en nuestra adaptación al medio circundante, que por motivos del progreso puede ser agresivo para el pie desnudo, pero también nos separan de la tierra paradisiaca original.
Cuando Cenicienta luce con brillante transparencia sus zapatos de cristal
alcanza la felicidad suprema en el encuentro con el amor, pero la felicidad es efímera, pero ese momento cumbre servirá de señal para hacerlo cotidiano si es correspondido por la búsqueda de su par y mantenido en la intimidad del día a día.
Con los pies negros, o con zapatos de cristal,
que podamos y nos dejen, bailar nuestro val.